Al ver, verás
Imaginá que un día te escapas de las redes y de las pantallas. De pronto, tu atención se despeja y, en su totalidad, podés volcarla a lo que te rodea. Volvés a ver, pero con otros ojos. “Budín del cielo” de María Luque (Ediciones Sigilo), ilustradora y escritora, narra la historia mínima de una maestra jubilada que posee una mirada nueva sobre los pájaros, las flores y su pasado.
En ese organismo inmenso que es la escuela, cada tanto
aparece un maestro o una maestra que hace magia. Descubre una clave, nos da la
llave de un mundo o nos propone una forma de belleza, y se queda en nuestra
memoria afectiva para siempre. La protagonista de “Budín del cielo” pertenece a
esa categoría de maestras. En primera persona, la señorita Rosa cuenta su vida
de jubilada, hecha de pequeñas observaciones y recuerdos. Vive en un
departamento bañado por el sol que da a la calle, hornea budines de frutas,
imagina los diálogos que mantienen los pájaros y tiene un oído atento para
saber qué dicen las flores. También acompaña a la vecina Norma, que sufre una
enfermedad en la vista, y sigue las recomendaciones del médico para evitar que
le crezca una joroba en la espalda. Su remedio es envidiable: compra una
reposera para ir al parque a mirar el cielo varias veces por semana. De esta
manera, evita estar encorvada sobre las cosas.
La maestra, además, tiene un pasado y algunos deseos que
permanecen firmes, a pesar del tiempo: fantasea y sueña con Sandro y recuerda
con humor situaciones con varios novios fallidos. Si bien Rosa dejó de dar
clases, todavía utiliza la geometría para desarrollar sus pensamientos. En
varias de las hojas del libro aparecen ilustraciones que subrayan alguna que otra
teoría doméstica. Son trazos simples, como si la protagonista los hubiera hecho
con un lápiz de punta fina en el comedor de su casa.
“Budín del cielo” no busca contar la vida de Rosa a través de una serie de peripecias, sino mediante vivencias. En ese sentido, es importante mencionar que, en la mitad de la novela, la protagonista se cruza con tres exalumnos que la recuerdan con mucho cariño y la invitan a ir a Mar del Plata. Luego de pensarlo con detenimiento, decide viajar. Allí verá cómo sus enseñanzas dejaron huellas en los tres chicos, ya convertidos en adultos.
Hay películas que narran al ras del suelo. Se alejan de las
estridencias y de la búsqueda del entretenimiento para descubrir la profundidad
de una vida común y ordinaria, como lo hace la reciente “Días perfectos” de Wim
Wenders. En la misma sintonía, María
Luque crea para la novela “Budín del cielo” una paleta de colores definidos, un
lenguaje de lo pequeño y nos invita a ver, de verdad, la belleza que esconde
este mundo extraño.
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